Creación y metamorfosis, por Liz Barrio

Creación y metamorfosis

Nota prefacio en «Al límite de la espesura»

Con Pedro Ferreira, poeta, entramos en el universo inmerso en ésa su bahía de reflejos mutlicolores, seductora, turbulenta y rumorosa, de cristalinos instantes bajo las olas del arrecife inquieto, palpitante.

En este libro sus versos descorren el telón del escenario sereno y a la vez ansioso, en la clarividencia de sueños que conversan en franca resonancia con el lector quien no sólo es espectador sino expectante, es espíritu vivo de reflejos de vida en los espacios donde el silencio es pausa elocuente.

Después de asimilarse, luego del proceso impostergable que culmina en –crear-, la metamorfosis que el poeta halla en su espíritu y que define sueño y vida, vuelve a su prólogo y epílogo cerrando definitivamente ciclos, muertes inconscientes, enigmas que al alma dejaron entre escalofríos de aparente permanencia. Su voz no es la danza triste y desnuda que se entrega con un fin nítido pero indeterminado, su tono y tesitura no albergan más esperanza que la ya inmersa en los ritmos, cadencias y sentimiento grabados en cada verso con fuerza de silabado zapateo, con ánimo firme, lozano, definitivo. Es la impaciencia por escribir la relación más creíble y conocida, la historia de algunos y de todos, y decirla así, llana y sin brechas propiciando que al proscenio hagan su feliz aparición el segundo, tercero, cuarto y quinto actos en infinito diálogo y concierto con el lector.

Así pues: “Se me abre la carne, se me abre herida, y la penetras hasta el fondo oscuro y, el reloj en marcha, enciendes la alarma que despierta el apetito de Cronos”, “con pinzas en las ramas de los árboles colgarán los jirones del aliento”, “¿Acaso el sol se pondrá en la mañana? Siempre habrá semilla virgen para cultivar la palabra”… son filosofías multiplicadas al infinito, composiciones donde escuchar el ser, ontología de estrofas para clamar al cosmos con trinos de lírica pauta.

Hay un mundo escrito para cada brillo de la existencia; de tales centelleos se desdoblan y manifiestan con lucidez y refulgencia mundos hechos poesía donde se desarrolla y anima un identificarse abierto y claro; leer estos poemas es un “darse cuenta” e íntimamente exclamar: “Eso mismo quise yo decir siempre, pero no sabía cómo”.

Martin Heidegger declara: “… cada palabra esencial lucha por sí misma la batalla y decide qué es sagrado o profano, grande o pequeño, atrevido o cobarde, noble o huidizo, señor o esclavo” y Luis Rius dice que no se puede vivir como si la belleza no existiera.

Estos poemas son bellos, sustanciales, comprometidos; son el susurro permanente elevando nuestra coreografía en nobles cantos, un faro alumbrando la bahía en medio del implacable crepúsculo y son como la perenne trova donde se funden ese yo, tú, nosotros bajo la franca dilatación de todas las eras.

Liz Barrio

Loma Bonita, México, Mayo del 2009.

~ por Pedro Ferreira en 24/01/2010.